Volviendo sobre la mujer, esa gran sacrificada

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Hace casi tres años reflexionaba con esos argumentos sobre ‘La mujer…protagonista’; y aunque entonces casi logré ir al fondo, creo que ahora sí tengo otros argumentos y vamos a ver si de verdad lo he conseguido.

Todo es femenino, al final una particularidad

Comencemos con la concepción del ser humano. Es el momento en que el óvulo es fecundado por un esperma, y ya se tiene la orden de que el nuevo ser va a ser femenino o masculino. En otras palabras, si va a ser niña tendrá dos cromosomas (XX), mientras si niño XY. Es el esperma quien lleva la orden que determinará si X (femenino) o Y (masculino). El óvulo siempre es X. Entiéndase esto como algo general, ya que luego vendrán toda una serie de matices intermedios, la naturaleza es muy sabia.

Aunque las apariencias de los dos sexos cuando se trate niñ@s son muy similares, es a partir de los 11 o 12 años cuando la niña, siguiendo sus órdenes internas, hace su propia evolución con la aparición de la menstruación. La primera consecuencia que le sobreviene a la niña es que no lleve consigo el aumento de tamaño que hace el varón y se quede con su propia estatura. Pero es que además se van a producir otros cambios en su cuerpo dirigidos siempre por las hormonas: el estrógeno y la progesterona. La primera dibuja el cuerpo de la mujer dotando de grasa en pechos y nalgas. La segunda interviene en el mecanismo reproductor regulando los óvulos y expulsándolos del ovario cuando están maduros.

A partir de ahí entiendo lo de los pechos que tienen que amamantar, pero lo que continuo sin entender es la acumulación de grasa desde la cintura hasta las rodillas. No me acaba de convencer lo que se dice que esa grasa es para facilitar el embarazo.

La feminidad y el mundo

Todo ese mecanismo que ‘explota’ en la niña, hace que su desarrollo se quede detenido quedándose con la apariencia de aquel momento, para el futuro aspecto de niña preciosa. Mientras que en el caso del niño, continuará con su crecimiento que lo hará más tosco y fuerte. La mujer se quedará con algo que llamamos feminidad y que la llevará a tener gracia en sus ademanes y en su propio carácter. Ella está segura que como hembra atrae sin más a la otra parte, al macho de la especie.

Estas son las grandes diferencias en las dos partes de la Humanidad. Consecuencia de ello es que la mujer históricamente, siempre ha estado bajo la dominación del hombre (patriarcado, machismo), en cuya situación cada parte de las dos ha esgrimido sus fuerzas (la seducción y la bruta). En los actuales tiempos, el movimiento feminista que comenzó hace más de un siglo, se está abriendo camino rapidísimamente; y aunque aún es pronto para que la sociedad actual haya asimilado la situación, lo lógico es pensar que muy pronto tendremos que gran parte de la sociedad, acabe reconociendo que hay que asimilar la igualdad de los sexos.

Hasta la próxima reflexión.

Joan-Llorenç sincristal@hotmail.com

La posesión. ¡Eres mía!

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Desde siempre que me ha llamado la atención cuando un hombre acaba con la vida de su mujer y a continuación se quita la suya. He intentado comprender qué pasa por la mente de esa persona que le lleva a actuar así. ¿Qué hay en el mundo que tenga más fuerza que la propia supervivencia? Quizás sea un extremo que nos llega desde la falta de madurez. Vamos a analizarlo.

Antes que nada vamos a diferenciar dos cosas muy importantes: una cosa es el cerebro y otra distinta la mente. El cerebro es lo ancestral, viene con nuestro cuerpo; pero la mente nace en él y se va conformando según el lugar en el que nace, la época y la cultura: son nuestras circunstancias. Y son estas (junto al mismo cerebro) las que van conformando la personalidad. Al nacer una persona va compaginando las dos cosas; aunque no somos conscientes de que lo estamos haciendo.

El cerebro nos envía el mensaje de que hay que sobrevivir, pero es entonces cuando aparece la mente y nos dice lo que hemos aprendido en nuestra existencia (la llamada intuición). Como cada persona es un mundo habrá todo tipo de reacciones y soluciones; sin embargo, hay algunas en las que la mente está por encima de cualquier otra cosa, y es entonces cuando dicen: ‘Eres mía, y no puedo consentir que te vayas con otro, mi vida no tendría sentido’. Y es en ese momento cuando aparece el fenómeno de lo extremo y se produce la gran tragedia. Otras circunstancias ya llegarán y acabarán en cualquier tipo de desviaciones violentas generadas en general por las mentes masculinas. Es evidente que la mujer, algo más pacífica que el hombre, ha sido sojuzgada desde siempre por la violencia de este. Y este es pues el origen del conflicto: la inconsciencia, la falta de formación para las nuevas circunstancias.

Cerebro y Mente

Si has comprendido esto (lo cual no es fácil), ya podemos pasar a la segunda parte de la reflexión. Con el tiempo han ido apareciendo algunas mujeres extraordinarias que duplican con mucho a la inmensa mayoría de los hombres; pero estas mujeres se han tenido que vestir de heroínas para hacer valer sus razones. Con el tiempo, poco a poco, ha sido evidente su peso. Pero fue en el siglo XX cuando empezaron a hacerse notar. Desde mediados de dicho siglo hasta ahora, se ha venido observando su presencia. La mujer se ha rebelado contra la opresión violenta del género masculino y ha sido en ese estado de crisis social cuando ha tenido que cargar con las dos obligaciones: el trabajo y el hogar en igualdad de condiciones con el hombre. Poco a poco se va notando en las nuevas familias que el reparto de esas obligaciones va incorporándose a la nueva forma de vida. Aunque ha habido batallas que han acabado siendo guerras, las relaciones entre géneros de la misma especie parece que van normalizándose. El hombre y la mujer son diferentes y cada cual aporta lo suyo, pero hay que repartirlo bien.

Y con esto llegamos a la tercera parte. ¿Qué ve la parte masculina de la femenina y al contrario? Porque los dos se atraen. El hombre, desde la noche de los tiempos ha venido seleccionando a la mujer: menos estatura, de complexión más débil… pero sobre todo a sus ojos, preciosa. Ojos grandes, nariz fina, la feminidad, la gracia, la seducción, menos violenta… Y luego las nalgas y los pechos también son cosas que atraen. Total, acaba siendo alguien que se encargará de la prole, del sexo (la reproducción), y de ‘la cueva’.

¿Y qué ve la mujer en el hombre? Pues la protección, la fuerza, la agresividad, mucha iniciativa… pero sobre todo alguien que proteja su prole. Ella se siente segura por todo ello, y acepta el rol hasta nuestros días. Por lo tanto, todo tiene un límite. Ella sabe que tiene mucho que aportar en su propio beneficio, en el de su familia y en la misma sociedad; por lo tanto, reivindica su valía y su lugar en el seno de las relaciones humanas. Se está produciendo pues el complemento de verdad, la verdadera igualdad entre hombre y mujer. Cada cual a su manera va encontrando su lugar en la nueva sociedad. Tardaremos tiempo en verlo logrado, pero algún día será evidente.

Por último, alguien puede decir: -‘Pero están locas’. A lo que yo le contestaría: Ponte en su lugar; para evitar conflictos las religiones tomaron el sexo y lo hicieron suyo, y con su moral represiva para que todo fluyera sin conflictos, ha acabado con el equilibrio mental de las dos partes de la especie humana. Esas son ‘nuestras’ religiones.

Hasta la próxima reflexión.

Artículo en vídeo

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Joan-Llorenç sincristal@hotmail.com