La posesión. ¡Eres mía!

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Desde siempre que me ha llamado la atención cuando un hombre acaba con la vida de su mujer y a continuación se quita la suya. He intentado comprender qué pasa por la mente de esa persona que le lleva a actuar así. ¿Qué hay en el mundo que tenga más fuerza que la propia supervivencia? Quizás sea un extremo que nos llega desde la falta de madurez. Vamos a analizarlo.

Antes que nada vamos a diferenciar dos cosas muy importantes: una cosa es el cerebro y otra distinta la mente. El cerebro es lo ancestral, viene con nuestro cuerpo; pero la mente nace en él y se va conformando según el lugar en el que nace, la época y la cultura: son nuestras circunstancias. Y son estas (junto al mismo cerebro) las que van conformando la personalidad. Al nacer una persona va compaginando las dos cosas; aunque no somos conscientes de que lo estamos haciendo.

El cerebro nos envía el mensaje de que hay que sobrevivir, pero es entonces cuando aparece la mente y nos dice lo que hemos aprendido en nuestra existencia (la llamada intuición). Como cada persona es un mundo habrá todo tipo de reacciones y soluciones; sin embargo, hay algunas en las que la mente está por encima de cualquier otra cosa, y es entonces cuando dicen: ‘Eres mía, y no puedo consentir que te vayas con otro, mi vida no tendría sentido’. Y es en ese momento cuando aparece el fenómeno de lo extremo y se produce la gran tragedia. Otras circunstancias ya llegarán y acabarán en cualquier tipo de desviaciones violentas generadas en general por las mentes masculinas. Es evidente que la mujer, algo más pacífica que el hombre, ha sido sojuzgada desde siempre por la violencia de este. Y este es pues el origen del conflicto: la inconsciencia, la falta de formación para las nuevas circunstancias.

Cerebro y Mente

Si has comprendido esto (lo cual no es fácil), ya podemos pasar a la segunda parte de la reflexión. Con el tiempo han ido apareciendo algunas mujeres extraordinarias que duplican con mucho a la inmensa mayoría de los hombres; pero estas mujeres se han tenido que vestir de heroínas para hacer valer sus razones. Con el tiempo, poco a poco, ha sido evidente su peso. Pero fue en el siglo XX cuando empezaron a hacerse notar. Desde mediados de dicho siglo hasta ahora, se ha venido observando su presencia. La mujer se ha rebelado contra la opresión violenta del género masculino y ha sido en ese estado de crisis social cuando ha tenido que cargar con las dos obligaciones: el trabajo y el hogar en igualdad de condiciones con el hombre. Poco a poco se va notando en las nuevas familias que el reparto de esas obligaciones va incorporándose a la nueva forma de vida. Aunque ha habido batallas que han acabado siendo guerras, las relaciones entre géneros de la misma especie parece que van normalizándose. El hombre y la mujer son diferentes y cada cual aporta lo suyo, pero hay que repartirlo bien.

Y con esto llegamos a la tercera parte. ¿Qué ve la parte masculina de la femenina y al contrario? Porque los dos se atraen. El hombre, desde la noche de los tiempos ha venido seleccionando a la mujer: menos estatura, de complexión más débil… pero sobre todo a sus ojos, preciosa. Ojos grandes, nariz fina, la feminidad, la gracia, la seducción, menos violenta… Y luego las nalgas y los pechos también son cosas que atraen. Total, acaba siendo alguien que se encargará de la prole, del sexo (la reproducción), y de ‘la cueva’.

¿Y qué ve la mujer en el hombre? Pues la protección, la fuerza, la agresividad, mucha iniciativa… pero sobre todo alguien que proteja su prole. Ella se siente segura por todo ello, y acepta el rol hasta nuestros días. Por lo tanto, todo tiene un límite. Ella sabe que tiene mucho que aportar en su propio beneficio, en el de su familia y en la misma sociedad; por lo tanto, reivindica su valía y su lugar en el seno de las relaciones humanas. Se está produciendo pues el complemento de verdad, la verdadera igualdad entre hombre y mujer. Cada cual a su manera va encontrando su lugar en la nueva sociedad. Tardaremos tiempo en verlo logrado, pero algún día será evidente.

Por último, alguien puede decir: -‘Pero están locas’. A lo que yo le contestaría: Ponte en su lugar; para evitar conflictos las religiones tomaron el sexo y lo hicieron suyo, y con su moral represiva para que todo fluyera sin conflictos, ha acabado con el equilibrio mental de las dos partes de la especie humana. Esas son ‘nuestras’ religiones.

Hasta la próxima reflexión.

Artículo en vídeo

https://www.youtube.com/watch?v=7ltOdgyg5Tk

Joan-Llorenç sincristal@hotmail.com

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