de que todo eran mentiras e ilusiones
El artículo tiene una extensión de un folio, pero si no tienes ganas de leer, al final de la página lo tienes en vídeo.
Hoy te voy a contar unas anécdotas mías del pasado que de una forma u otra me han llevado a la sensación de que me han engañado. La cosa comenzó cuando tendría yo unos 6 años; era el día de Reyes. Estábamos bajando la escalera de mi casa y me sorprendió cuando el hermano más pequeño (año y medio menos), decía que el Rey que había venido a visitarnos no era tal, sino un amigo de mi padre. Todo el mundo intentaba convencerle de que no, incluso yo mismo. Era tan confiado que si hubiera venido sin disfrazar, me hubiera creído lo que me decían; sin embargo el espabilado de mi hermano lo había detectado enseguida. No fue un golpe definitivo a mi confianza, pero sí que algo se removió en mí interior aunque aún tardaron unos cuantos años más en que, poco a poco me fui dando cuenta de ello. La ilusión de un niño había sido arrancada de cuajo.
Poco tiempo después vino la época de monaguillo, pero lo que me ocurrió nunca se me olvidará. Fue mi época mística. Me creía tanto la religión, que estaba totalmente embebido de ella y en mis sueños juveniles alimentados por mi gran imaginación, acababa haciendo piruetas en el templo para salvar a la humanidad. ¡Que cachorro más iluso!
Y en esos momentos llegó la primera comunión. Yo estaba totalmente convencido de ello y siempre era absolutamente sincero; por supuesto que también en el confesionario. Hasta que un día (uno detrás otro), pillé a un sacerdote intransigente que cuando le decía que había hecho actos impuros, siempre me decía que si había sido solo o en compañía, al decirle que solo siempre me acababa decidiendo con voz fuerte que aquello era pecado mortal, y lo decía tan alto que desde fuera del confesionario se oía a la perfección. Yo me asusté tanto que me lo creí. Puede que entonces tendría unos 10 años.
Llegaron los estudios y la hora de buscar novia. Por aquel entonces ya había dejado atrás las creencias religiosas. Y decidimos que lo mejor era casarnos y formar una familia. Otra cuestión de fe. ¿Por qué tenía que ser de ese modo? Esto me lo pregunté cuando ya era demasiado tarde, cuando ya teníamos tres hijos y no tardaría mucho en estar divorciado.
Soy lento en asimilar las cosas, porque las veo y no las juzgo, pero ellas acaban sucediéndome y sólo con el tiempo es cuando me acabo dando cuenta de lo que me ha pasado. Cuando te vas haciendo mayor (y ni aun así), poco a poco voy siendo consciente de que me habían pintado una vida de color de rosa, y la realidad no tiene nada que ver con todas las mentiras, los valores, y las ideologías en que me habían construido mi vida, cuando yo no tengo nada que ver con todo ese mundo. Con el transcurso del tiempo, me he ido dando cuenta de que esa no era la vida que tenía que haber vivido y que me la habían construido, me la habían acabado robando.
¡Cuántas vidas destruidas en nombre de los intereses humanos! Vidas sacrificadas en nombre de naciones, de lenguas, vidas cercenadas en un momento (sin saber por qué ni para qué), y vidas truncadas lentamente, en nombre de patrias, religiones, ideologías y ves a saber qué intereses más.
¿No tienes la sensación de que te han engañado? Y todo por ser demasiado confiado. No te dejes embaucar por lo convencional, todo tiene fecha de caducidad. Empápate con el buen sentido e intenta ir a la tuya.
Hasta la próxima reflexión.
Joan-Llorenç sincristal@hotmail.com